lunes, 27 de noviembre de 2006

Un día normal en mi nueva ciudad de adopción.

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Amanece en Calcuta y me hago el remolón, que para algo estoy de vacaciones y además mis "obligaciones" con los enanos de New Light no comienzan hasta las 17.00 (antes de esa hora están en el colegio). Pero tampoco puedo excederme, que si quiero conseguir mudarme a otro sitio hay que hacer la ronda de los hoteles bien tempranito, a las 10.00 es el check-out y es el momento perfecto para encontrar habitaciones libres.
A la primera encuentro una habitación doble en el Hotel Paragorn, (las individuales son casi imposibles de encontrar y además no tienen baño dentro de la habitación) a un minuto del Hotel María y en mitad de todo el jaleo de gente, como a mí me gusta.

Es un desastre de habitación: no tiene baño y tengo que usar el comunitario. Es un pequeño zulo en la planta baja en el que la única ventana da precisamente al patio donde se reúnen los coreanos durante todo el día para comer, tocar las guitarras indias o simplemente hacer botellón. Pero estoy contento porque al menos esta limpio. Aunque el concepto de limpieza en la India es relativo, aquí se refiere más bien a que no hay olores insoportables y que no hay nada vivo en la habitación además de yo mismo. Vamos, que en España nunca habría estado en un sitio así pero aquí es lo que hay. Bueno, hay otras opciones pero son más caras y la verdad, yo nunca he sido demasiado escrupuloso.

Es extraño, no recuerdo si ya lo comenté antes (no pienso releerme mi propio blog) pero desde el primer momento me he sentido agusto en esta caótica ciudad. El barullo y la locura intrínsecas de Estambul y los olores de La Habana, el olor a comida, a gente, a decadencia... mezclados por supuesto con un ingrediente picante que sólo la India puede aportar. Dicen que el resto del país no tiene nada que ver con Calcuta, y que la impresión de choque cultural es mucho más intensa si empiezas el viaje desde aquí. La verdad es que en un principio ni siquiera pensaba incluirla en mi itinerario, me alegro de haber cambiado de idea.

Impresiona la cara que te muestran las calles, la palabra "decadencia" se queda corta. No es que los indios no se hayan molestado en cuidar las infraestructuras y los edificios que dejaron los ingleses, si no que es casi como si nada de eso fuera con ellos aunque forme parte de su propia historia. Y supongo que ésa precisamente es la principal razón que hace único este país. Una cultura y una historia riquísima, con una manera de pensar y de vivir que poco o nada tiene que ver con el resto y sin embargo no pudo evitar fusionarse (o ser absorbida, al menos en parte) con otra cultura radicalmente diferente.

Unas panorámicas de Calcuta desde el bar "Blue & Beyond" (conocido por casi todos como el 9th floor por estar en el noveno piso) en la azotea del hotel que está en frente del New Market:



Pensar en Estambul (mi referencia más cercana) siempre me sugiere contrastes, caos armónico, belleza hostil...Pero para entender Calcuta hay que ir un paso más allá, hay que mojarse y vivirla de cerca para empezar a intuirla. Calcuta es visceral. Es como un inmenso elefante que se resiste a morir. Citando a Hernán Zin, que sabe de Calcuta muchísimo más que yo (buscarle en Google, su historia es impresionante): "Calcuta es una espiral que nos absorbe, es un barco con las velas desplegadas dispuesto a partir pero que nunca saldrá del puerto".

Perdonad las divagaciones, me he dejado llevar. Suele pasarme desde que llegué aquí, tienes unos planes en la cabeza pero sin darte cuenta las circunstancias te los cambian siempre. Creo que es mejor no resistirse y dejarse liar.

El título del post era "un día cualquiera en mi nueva ciudad de adopción" y como no me apetece cambiarlo voy a intentar ceñirme al tema, aunque un día normal lo que en realidad hago es divagar mentalmenteacerca de los estímulos que me muestra la ciudad. Como tengo las mañanas libres suelo emplearlas en patearme las calles, en perderme y ver que encuentro. Dado que mi sentido de la orientación es posiblemente el peor que se haya conocido en toda la historia de la humanidad, me limito a echar a andar en líneas más o menos rectas durante horas mientras sea todavía de día para volver por el mismo camino (cuando intenté volver por la calle paralela inevitablemente me perdí). O recorridos en espiral, perfectos para ir ensanchando el área conocida sin acabar completamente desorientado.

Durante casi una semana me he sentido embotado. casi incapaz de escribir. Creo que ha sido necesario un proceso de adaptación. Si no físico, sí mental. Necesitaba distancia para poder escribir. Demasiados estímulos. Demasiada gente nueva que conoces cada día.

De todas maneras, la realidad que estoy conociendo de Calcuta no es sino una isla, estoy en un barrio rodeado de gente que ha dejado su país durante meses para irse a vivir a una ciudad completamente anárquica. Gente abierta con ganas de conocer otras personas, otras maneras de pensar, nuevos discursos. Hay de todo claro, iluminados en posesión de la verdad absoluta y listillos de segunda, pero en general cada uno va a su aire, respetando las motivaciones de los demás aunque no tengan nada que ver con las propias. Como muestra un botón: en mi primera noche en el Paragorn me tomé unas cervezas con un nepalí, una norteamericana de Florida y un finés (¿o se dice finlandés?).

Resumiendo: por las mañanas durmiendo y paseando, por las tardes en New Light con los críos y por las noches intentando satisfacer mi curiosidad: ¿qué hace que gente tan diferente de todas partes del mundo acaben en el mismo sitio?.
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