sábado, 2 de diciembre de 2006

El otro lado de Calcuta

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La noche la terminamos descubriendo un lado que hasta ahora no conocía de Calcuta: la parte nocturna. Un aspecto muy importante a explorar siempre que pretendes descubrir una cultura extranjera.

Yo siempre digo lo mismo, para conocer un país extranjero hay ciertos baremos: museos y edificios pintorescos significativos: bien; callejas y rincones escondidos que no tanta gente conoce donde hay un ambiente único (o dónde a una determinada hora del día hay una luz especial que los hace inolvidables, o que condensan en una sóla imagen toda la esencia de la ciudad): muy bien; restaurantes-tabernillas-garitos dónde te preparen las especialidades del país y puedas volverte loco del gusto (se nota lo que disfruto comiendo): muy muy bien; para redondear sólo falta conocer por dónde salir por las noches e integrarse, aunque sea simbólicamente, con la gente del lugar, ya sea yendo de conciertos o a beber unas cervezas.

Sitios turistoides oficiales ya me he pateado unos cuantos. De callejones y rincones irrepetibles está la ciudad llena. La gastronomía india también la voy descubriendo aunque de momento con miedo y poco a poco, no por el picante, que a mí me encanta, sino por miedo a pedir algo en el sitio equivocado, que aquí es muy complicado hacerte una idea de las cocinas del chiringuito (excepto en el Jojo´s que es tan evidente que está lleno de cucarachas que está todo el día vacío). Así que me quedaba disfrutar de la parte nocturna.



Para unas birrillas tranquilas, de tertulieta con los amigos un sitio estupendo es la terraza del Hotel Fairlawn. Un oasis en mitad de Sudder Street rodeado de vegetación que te aisla al momento del caos de la calle. En este hotel se rodaron algunas escenas de la película "La ciudad de la alegría". Aunque el servicio es nefasto y todo el mundo jura que no vuelve porque no soporta a los camareros, al final siempre se regreasa porque tampoco hay muchos sitios chulos en los que elegir. Ojito que cierra pronto, a eso de las 22.30 echan la verja.

En la entrada del Park Hotel (300 euros la noche) hay un bar en el que todas las noches hay conciertillos en directo: buen ambiente, rollo bar de malasaña pero con gente de clase media-alta (indios se un nivel y casta que hasta ahora no me había encontrado) y si exploras un poco más y subes al piso de arriba te encuentras un bar, el Aqua..., uff, esto es difícil, ¿como describirlo?, era algo así como chill-superfashion-pijo-divino-de-la-muerte, con piscina, tumbonas, columpios y un ambiente superfashion de clase alta-altísima-qué-guay-eres-no-tú-más que te deja loco.

Contraste absoluto con la realidad urbana de esa Calcuta que está a sólo unos centenares de metros de distancia. Vamos, el típico bar en el que jamás me dejarían entrar si estuviera en España. Divertido si vas a reirte del ambiente y de las poses.

Nosotros lo pasamos bien porque pillamos sillones y nos apalancamos a charlar. La música no te dejaba escuchar más que a la persona que tienes al lado y yo encantado porque así tenía la oportunidad de cotillear un poco más sobre los motivos que llevan a una menorquina (por ejemplo) a escaparse unos meses a Calcuta.

Volver a las cuatro de la mañana por las calles completamente desiertas de la ciudad es toda una experiencia. Normalmente tardarías diez minutos en atravesar la calle y ahora vas por la mitad de la carretera charlando.

La vuelta a la realidad es inmediata y desoladora: en quince minutos de trayecto ves al menos un par de docenas de personas durmiendo por las calles arropados con una mísera manta.
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Fiesta en New Light

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La tarde de ayer fue una deliciosa locura. Creo que yo disfruté casi tanto como los críos; estaban todos muy emocionados por todo lo que se montaba a su alrededor pero igual de revoltosos que siempre.



Siento mucho que los vídeos esté tan oscuros pero era de noche y creo que la cámara (está grabado con una cámara de fotos) no da para más. En el centro de todo el jaleo se ve a Urmi cortando la tarta de los más pequeños y al final del vídeo cortito está Helen (una voluntaria estadounidense) saludando con una niña cuyo nombre me resulta imposible recordar.



Nada más llegar se me ocurrió hincharle un globo a una niña y cuando me dí cuenta ya había no menos de veinte niños pidiendo su propio globo, y la cosa no era fácil porque eran de esos globos alargados que usan los mimos para hacer figuritas y no se pueden hinchar soplando (al menos yo no pude) y tuve que usar un inflador y entre que había muchos globos pasados y que la boquilla del inflador era demasiado grande se rompían la mitad...

No menos de una hora me pasé peleando con los globos y los chavales (que por supuesto se negaban a hacer una fila ordenada y hacían piña sobre tí).



En la marquesina de fotos aperece Lara (mi jaenera favorita) llevando en brazos a Rayi, Berta ayudándome a poner orden en mitad del barullo que se organizó con lo de los globos, una de mis fotos favoritas con Yoya (¿quién no se la llevaría a casa?), un plano general de la fiesta y un primer plano de Sonja, en el que simula ser un monstruo gigante que se come de un bocado un dinosaurio de juguete que le había tocado en la piñata.
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