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Acaba un ciclo.
Al final me he pasado dos semanas y media en Calcuta. Bastante más de lo que tenía planeado, pero era necesario porque entre los días que estuve malo y los que perdí para resolver el robo de pasaporte se me fueron 4-5 días (justo los que yo planeaba tener de extra para viajar).
Además, antes de la primera semana no sabes de qué palo va cada uno, pero a partir de entonces, del trato de todos los días, ya los vas conociendo y es cuando comienzas a sentirte muy agusto con según que gente y te empieza a dar pereza salir de Calcuta. Anoche hicimos una cenita de despedida a lo grande, en un italiano de caché (pagamos casi cinco veces más de lo que estamos acostumbrados) y además de que fué un gusto por descubrir que al otro lado del mundo sigues encontrando gente que te cuida aunque casi no te conozca; también fué un placer para los sentidos: lasaña de espinacas para morirse del gusto...aaaayy, ¡cómo la echo de menos!, jajaja.
Os dejo unas fotillos de mi hotel, el Paragon y de cómo convertir una habitación con dos camas en una con una sóla y un superescritorio, jeje.
Hoy me ha tocado hacer de enfermero de mi enfermera, Lara tiene un pinzamiento en la espalda que apenas le deja moverse así que al lío: llamar al seguro y ayudarla para todo, y yo encantado de poder devolverle el favor. Además, la pobre quería cambiar su billete de avión para retrasar la vuelta un par de meses y como no consigue contactar con la British Airways se está acercando peligrosamente el día de volverse. Todo a la vez, como siempre.
Echaré de menos a mucha gente pero tengo ganas de cambiar de aires, de descubrir la India y de cambiar de mirada, intentar quitarme el filtro occidental de los ojos para apreciar las cosas tal y como se me presenten. Ya veremos que me encuentro.
Os dejo un par de selecciones miscelánea con las fotos que no he incluido hasta ahora en las entradas anteriores.
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