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Mi primera impresión de la ciudad es dificil de describir. Tantísima gente. Tantos colores intensos. ¡Tanto ruido!. Aunque parezca mentira, a mi vuelta Madrid me va a parecer una ciudad tranquila y silenciosa en comparación. Aquí usan el claxon en vez de los intermitentes así que lo habitual es que cada coche pite cada quince segundos más o menos. Y su manera de conducir es salvaje. Recuerdo que me impresionó cómo conducían en Estambul, pero los indios son mucho peores. Bueno, en realidad son buenísimos conductores, porque hace falta muchísima destreza para realizar las maniobras imposibles que hacen continuamente y conseguir pasar a milímetros del coche de al lado sin chocar. Eso sí, ningún coche tiene retrovisor externo porque no le duraría entero ni media hora.
Es impresionante la cantidad de gente que hay en todas partes, bulle vida y actividad en cualquier rincón. Aquéllos arreglando un radiador de coche en mitad de la acera. Otros enjabonándose todo el cuerpo aprovechando una fuente pública en mitad de la calle. Los hay que comen, que caminan, que piden, que esquivan coches, que van en bicicleta, en moto, en rick-shaw (una especie de carricoche en tres versiones a motor, a pedales con la parte delantera de una bici enganchada y un indio pedaleando y la más dura: la carreta que arrastra un indio con sus propias fuerzas).
La primera vez que te plantas tú solo en el centro de Calcuta impresiona mucho. Sobre todo si vas cargando con todas tus cosas, que parece que sólo te falta un cartel que diga "acabo de llegar". No sientes inseguridad pero te sientes observado. Todo el mundo te mira, de una forma muy directa, sin medias tintas, de arriba a abajo sin disimular. De una forma con la que nadie mira en España salvo quizá, los niños.
Y si tu primer contacto es además en Sudder Street la sensación es aún más intensa. Ahora me encuentro continuamente con guiris de cualquier rincón del globo en Sudder St. pero cuando llegué por primera vez me dió la impresión de ser el único blanquito en muchos kilómetros a la redonda.
Los hoteles de Sudder son un refugio para el viajero, no tanto por la calidad del hotel (en España no te meterías en un sitio así ni de coña) sino por la gente que se hospeda, la inmensa mayoría gente joven que han venido a Calcuta a pasar una temporada como voluntarios, casi todos con la Madre Teresa. Los hay que pasan cortas temporadas aquí, de dos o tres semanas pero hay muchos que vienen para quedarse unos cuantos meses. Algunos incluso es la segunda o tercera vez que vienen (conocí alguno que llevaba ocho años viniendo a Calcuta seis meses, pero eso ya es un caso excepcional).
Hay gente de todos los rincones del globo y muchos españoles. Es curioso que en todos los países en que estuve siempre me encontré que los españoles que estaban por allí formaban piña, se relacionan con el resto de la gente por supuesto, pero tienden a formar "gueto" entre ellos. Aquí pasa un poco lo mismo, sobre todo en el Hotel María que está llenito de españoles.
Hay muchos hoteles en Sudder, pero llegué en un momento en que estaban todos llenos y al día siguiente dormí tanto para recuperar los dos días que llevaba sin dormir (una noche en vela haciendo la maleta y la otra con todo mi equipaje en el aeropuerto de Delhi esperando que amaneciera para coger mi vuelo a Calcuta) que me levanté casi a las cinco de la tarde y claro, a esa hora no hay forma de encontrar habitación.
Afortunadamente un contacto que llevaba desde España me "invitó" a dormir en su habitación hasta que encontrara cuarto. La situación fué un tanto extraña, porque era un cuarto de cuatro personas en el que sólo dormían dos españolas (siempre había estado ocupado por cuatro personas, pero justo el día antes de mi llegada dos se habían vuelto para casa). En principio a mí me resultaba lógico que pasara a ocupar una de las camas, pagando la parte proporcional del cuarto, por supuesto, pero por lo visto ellas preferían no compartir más y querían pasarse el resto de su estancia con el doble de espacio y el doble de camas de las necesarias aunque también tuvieran que pagar el doble. Bueno, aunque a mí me parezca absurdo, (si hubiera sido una doble lo podría entender perfectamente, prefieres no compartir pero pagas una doble porque las individuales no tienen baño, pero si ya estaban compartiendo no entiendo que no dejen meterse a nadie más) pero bueno, allá cada uno con su forma de hacer las cosas, así que sólo me quedaba agradecerles que me acogieron un par de noches hasta que encontré mi propio cuarto. El colmo de lo cutre vino cuando a la semana me pidieron pasta por haber dormido con ellas. Si no querían compartir se supone que estaba "invitado" en su casa, como cuando le dices a un colega que pase la noche en la tuya. Nunca se te ocurriría cobrarle por la mañana.
Mi primera habitación en Calcuta:
Este tipo de situaciones las viví unas cuantas veces más. Me he encontrado con gente que alardea de ser voluntarios con la madre Teresa de Calcuta pero que luego no son solidarios con el que tienen al lado ni en el más pequeño detalle. Gente que farda de cooperante y desprendido pero que te dejarían tirado a la primera de cambio, una hipocresía y doble moral que me deja muy descolocado. ¿serán conscientes de sus propias incoherencias?. Son probablemente minoría pero te hacen desconfiar de las verdaderas intenciones de los demás. Afortunadamente luego me encontré con gente que vale tanto (saludetes desde aquí a Berta, Luchi, Lara y compañía) que te hace olvidarte de esa gente de la que nunca me fiaría.
Mi situación era un tanto extraña además, puesto que yo no me considero voluntario, sólo he venido un par de semanas a Calcuta para echar una mano con los niños de New Light pero enfocando desde una perspectiva más personal que altruista en cuanto que la experiencia me iba a enriquecer mucho por la gente que sabía que iba a conocer, por la satisfacción de estar trabajando con niños, (que te ensanchan el corazón) y porque en el fondo me daba la posibilidad de sentir la "realidad india" al pasar en la ciudad una estancia más larga de lo normal de lo que estaría un turista cualquiera. De hecho, un turista estándar ni siquiera hubiera pasado por Calcuta.
Mis primeras impresiones de la ciudad:
La última era una foto de unos niños volando una cometa, símbolo de que la vida siempre se abre camino (aunque sea a mordiscos) frente a la adversidad. Casi no se ve a los niños (se agacharon en ese momento pero están en la azotea del edificio) y la cometa sale justo de perfil así que como nos os lo imaginéis...pero he puesto la fotografía como símbolo de que no importa cuáles sean tus planes en Calcuta, al final la ciudad decide por tí y te los cambia en el último momento, como decía Günter Grass (creo): "Calcuta caerá sobre tí, ¡y de qué manera!"
Así estaba, recién llegado a Calcuta, con una mentalidad más de observador que de voluntario, intentando descubrir qué se movía debajo de tanto caos. Aunque estaba terriblemente cansado no pude irme a dormir, es casi imposible para un recién llegado: tantos estímulos, colores chillones, sitios que ver y gente que conocer me mantenían despierto así que me fuí directamente para New Light aunque ni siquiera había tenido tiempo para echarme una siesta.
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