jueves, 30 de noviembre de 2006

De turistoide por la ciudad.

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Llevo ya unos cuantos días en Calcuta y entre unas cosas y otras apenas he tenido tiempo para visitar la ciudad. Vale que está bien empaparse de la realidad india a pie de calle, pero creo que con lo que ví por el momento ya tuve suficiente. Es hora de hacer de guiri puro y duro y pegarnos la pateada por los sitios turísticos típicos, que aunque parezca mentira Calcuta también los tiene.

Y ya que vamos de señoritos, nada mejor que empezar el día con un café de verdad, de los ricos, así que nada más salir hacemos parada de una horita en el Flury´s, una pastelería de Park Street que tiene unas cosas para morirse de ricas. Un oasis occidental en mitad de tanta locura india.

Y aprovechando que de camino pasamos por un mercadillo me compro una cadena y un candado. El candado para la habitación (debo ser el único que sigue usando el candado del hotel) y la cadena para asegurar la maleta cuando viaje en tren. Puede parecer un poco salvaje lo de ancadenarse a tu propio equipaje, pero por lo visto incluso los indios lo hacen, y claro, con viajes de quince horas pues no es plan no echar ni una cabezadilla.

Nuestro primer objetivo del día es visitar el Mercado de las flores. Y como somos novatos y todavía tenemos ganas de caminatas nos lleva un par de horas llegar (y cruzar varias veces el mismo puente pero eso fué sólo un despiste). Al final lo más interesante fué precisamente el viaje. Cruzamos por un parque enorme y luego por la zona "seria" de la ciudad, llena de edificios oficiales, el Ayuntamiento, los juzgados...Muy curioso pasar por la calle de los "escribanos", por lo visto no es muy habitual el escribir a máquina y hay una hilera completa de gente con máquina de escribir pasando a formato oficial los borradores que les pasa la gente. Imagino que no les aceptarán documentos manuscritos.

El mercado de las flores un poquillo decepcionante, muy a lo indio, mucha suciedad y pocas flores, aunque luego nos enteramos de que cuando llegamos (a media mañana) ya estaba casi todo vendido, para verlo en su apogeo hay que madrugar. Aún así salió alguna foto chula. Una curiosidad india fué que nos prohibieron hacerle fotos al puente (no teníamos ninguna intención de hacerlas), imagino que creen que podemos copiar su tecnología de estructuras o qué sé yo.

Después pillamos un taxi (ya habíamos caminado de sobra entre los coches) hacia el Botanical Garden. Un remanso de paz en la bulliciosa Calcuta. Sin bocinazos ni cuervos, rodeados de miles de especies naturales y con la higuera de bengala más grande de la que se tiene noticia en la India. Yo pensaba que banyan significaba bananero, pero no, fake friends again. ¿Era esto aquello que me mandaste por email, Sigfre?. El rollo es que la higuera es completamente diferente a cómo te la imaginas. Te dicen la higuera más grande de India y enseguida visualizas un árbol altísimo con un tronco de varios metros de diámetro. Y lo que te encuentras es un bosque de arbolillos y no te cuadra nada. Luego te explican que de la higuera (cuyo tronco principal ya ni siquiera existe porque hace más de cincuenta años se la cargó un monzón) salen miles y miles de raíces aéreas, esto es, ramas tan grandes como troncos que buscan de nuevo el suelo para echar raíz. El efecto global es muy curioso, un techo de ramas del que salen brazos buscando el suelo.



Nos tiramos tres horitas paseando por allí, y como era un día laboral tuvimos el parque para nosotros solos. Por cierto, para los que se aventuren a venirse a Calcuta: el bus C6 te lleva directamente por ocho rupis y se coge en Park Street (sale de Esplanade, pero desde Sudder Street pilla mucho más cerca Park Street).

Entre unas cosas y otras el día pasó volando. Me voy corriendo a New Light que hoy hay cena con todos los voluntarios y copita en casa de Urmi. Mientras llegaba a New Light cogí la calle paralela a la que tenía que coger porque me habían asegurado que allí podía comprar una botella de vino; los que hayáis seguido esta bitácora ya sabéis que lo de las calles paralelas equivale a perderse seguro. Porque no hay calles paralelas durante mucho rato. Al final volví a perderme (esta vez hubiera sacado la brújula pero me la olvidé en casa) y no sé como aparecí a una estación de metro de distancia.

Lo bueno que tiene la India es que aquí nunca hay prisa para nada así que conseguí llegar a tiempo antes de que todos se fueran a cenar. El resto de la noche fué muy, muy agradable: tapas, cervezas y vinitos (el que llevé yo estaba horrible, era indio y no tenía ninguna referencia...aunque me lo podía haber esperado, pero afortunadamente alguien había traido en la maleta un buen vino español que me quitó el mal sabor de boca). Una tertulia muy amena sobre las circunstancias que habían rodeado a New Light desde su creación (algunas historias que no conocía me dejaron sorpendido y escandalizado) y luego en rickshaw hasta el restaurante.

No me había montado en rickshaw todavía porque tengo un pequeño problema con eso de ir montado en una carreta que alguien va arrastrando a la carrera por sus propias fuerzas (ya sea a pedales o directamente corriendo). Por un lado hay que pensar que el pobre hombre se está ganando la vida así y que usando su rickshaw le ayudas a conseguir dinero para comer, pero me hace sentir un señorito hacer que alguien corra para que yo no camine. Supongo que el problema es que sigo mirando la India con ojos occidentales y ahí surge el choque cultural. No sé, soy plenamente consciente de mi condición privilegiada por haber nacido en uno de los países del llamado primer mundo y que aunque lleve un tiempo viviendo aquí seguiré siendo un occidental sin posibilidades reales de integrarse completamente, pero de alguna manera ya siento una empatía hacia este país que hace que me resulte incómodo el tema de los rickshaws, me siento como un pequeño burgués o algo así.

La cena muy, muy rica. Un restaurante indio con categoría en el que además de comer podías pedir alcohol para beber (algo inusual en los pequeños restaurantes en los que solemos comer).
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