.
Mi segundo día de turistoide en la ciudad.
Para empezar con buen pie y tomar fuerzas, empezamos con un café de verdad en el Barista (no está mal y tampoco su chocolate caliente, en comparación con lo que te encuentras por aquí, claro...aaaaay, ¡¡echo de menos mi cafetera italiana!!!) y un paseo hasta el Victoria Memorial.
De camino nos encontramos con más manifestaciones en contra de la venta de las tierras. Resulta muy extraño ver tanta gente vestida de blanco portando banderas con la hoz y el martillo. Resulta que el Partido Comunista es históricamente uno de los más votados en Calcuta aunque ahora mismo se encuentran haciendo la oposición al gobierno nacional.
La multitud se va congregando en la explanada que está justo detrás del parque en el que paseamos, el Elliot Park, un pequeño remanso de verdor y limpieza en mitad del caos de la ciudad y por un momento me siento como en aquella película: El imperio del sol, en la que el chaval inglés jugaba con una cometa mientras a su alrededor se estaba desmoronando un país entero. Es una sensación extraña estar rodeado de tanto movimiento cuando no entiendes ni porqué protestan, ni contra quién, ni de qué va la historia; en España sabes más o menos a qué atenerte en cuanto ves los símbolos que porta cada uno pero aquí...y encima rollo comunista que casi te suena a libro de historia, te pilla bastante descolocado.
Afortunadamente en este caso la cosa no era tan exagerada y sólo se trataba de una manifestación pacífica, multitudinaria pero pacífica, eso si no contamos como lucha con arma bacteriológica el hedor que iba dejando la muchedumbre a su paso, ya que los meones que aliviaban sus necesidades se contaban por docenas a ambos lados del gentío.
El día parecía que iba a ser tranquilo, pero todo lo contrario. ¿No íbamos de turistoides?, pues como un guiri tontorrón me dejé robar la cartera y el pasaporte al acercarme al grupo de gente que hacía cola para entrar en el Victoria Memorial. Nada más salir de la cola tuve la intuición de que la había cagado y efectivamente, al palparme el bolsillo (cerrado con tres botones y superseguro) descubrí que el pasaporte y la cartera habían volado. ¡Arghhhhhh!.
La culpa fué mía en parte, justo ese día jubilé los pantalones (ésos de los bolsillos con tres botones superseguros) porque tenían una raja enorme en la entrepierna y ya era completamente impresentable ir así por la calle (vamos, que ni los indios iban así) y al ponerme los nuevos, no me dí cuenta de que los bolsillos se cerraban con puto velcro en vez de con tres botones. Un blanquito se mete entre el gentío indio con un cartel que dice "róbame". Al grano, que me he tirado tres semanas viviendo en la India sin pasaporte ni documento identificativo oficial alguno.
.